Ante problemáticas como los trastornos de la
conducta alimentaria, las terapias psiquiátricas y psicológicas de corte
cognitivo conductual plantean el imperativo del comer como condición
terapéutica para preservar la vida de quien padece. A partir de ello se
interviene según protocolos y técnicas delimitadas para cambiar los esquemas
mal adaptativos tempranos1, los cuales, según esta orientación, hacen que estas
conductas se presenten. A pesar de la herramienta práctica que pretenden ser
los protocolos y técnicas a las que el terapeuta se acoge según la patología,
se deja de lado la construcción subjetiva que estas configuraciones puedan
tener, así como la responsabilidad de elección ante el padecimiento.
No se trata pues, de comer o no comer. Esa no es la
cuestión. La cuestión está en las simbolizaciones que el sujeto hace frente a
ese acto y sus consecuencias; y desde esta perspectiva, cabe preguntarnos cuál
es entonces la pertinencia de estos fenómenos en el discurso psicoanalítico.
Para ello, analizaremos tres puntos considerados determinantes en estos
padeceres:
a. La anorexia y la bulimia como síntomas
contemporáneos
b. Su aparición en la adolescencia y especialmente en las mujeres
c. El goce subjetivo
b. Su aparición en la adolescencia y especialmente en las mujeres
c. El goce subjetivo
La disposición de los síntomas psíquicos está dada
a partir del lazo social, que cambia sus configuraciones en el transcurso de la
historia, razón por la cual se pueden analizar variaciones de los mismos en
cada época. En la actualidad, la anorexia y la bulimia se inscriben como
problemas epidemiológicos, es decir, que se presentan como un padecer colectivo
dentro de la sociedad,2 y aunque su manifestación no es nueva, la emergencia
actual cuenta con los ribetes de un malestar calculado por la globalización
uniformante que marcó el paso del siglo XX al XXI.3
Sin embargo, ¿Cómo podríamos delimitar la época o
la contemporaneidad dentro del discurso psicoanalítico? Pues bien, lo que
delimita la actualidad en psicoanálisis son los modos de gozar, es decir, las
formas de vivir la pulsión como una envoltura formal del síntoma. Esta
expresión de Lacan, delimita lo que del goce se deposita en el Otro del
lenguaje y del cuerpo, lo cual determina el lazo social y regula los modos de
goce de quienes se inscriben en dicho discurso.
Desde esta perspectiva, podríamos delimitar nuestra época a partir de las precisiones hechas por Miller y Laurent en su curso “El Otro que no existe y sus comités de ética”, en el que caracterizan a la actualidad a partir de los semblantes dados por el movimiento constante y en continua aceleración “de una desmaterialización vertiginosa que corona de angustias la cuestión” 4 de lo subjetivo, no sólo borrando el deseo sino también la falta, con la proliferación de gadgets que prometen felicidad y bienestar.
Desde esta perspectiva, podríamos delimitar nuestra época a partir de las precisiones hechas por Miller y Laurent en su curso “El Otro que no existe y sus comités de ética”, en el que caracterizan a la actualidad a partir de los semblantes dados por el movimiento constante y en continua aceleración “de una desmaterialización vertiginosa que corona de angustias la cuestión” 4 de lo subjetivo, no sólo borrando el deseo sino también la falta, con la proliferación de gadgets que prometen felicidad y bienestar.
Desde esta misma perspectiva también cabe
considerar otros elementos de la actualidad, como “la época, en donde el objeto
a sobresale respecto del ideal”,5 es decir, una época en done lo ideales y
valores que guiaban la existencia humana ya no operan más, así encontramos, por
ejemplo, que la anorexia de nuestros días, no obedece a un objetivo purificador
o sacrificial inscrito en una religión como solía ocurrir antaño-, aunque
podríamos hablar de una relación en cuanto al discurso histérico que se dirige
al Amo-, sino más orientada, y casi arrastrada a unos semblantes que,
construidos industrialmente, no dejan espacio para la diferencia subjetiva sino
que convocan a un “para todos” tanto en la forma de presentarse ante el otro,
como en su tratamiento.
La función que se presenta en la actualidad en la
lógica de la anorexia y la bulimia, es ofrecer al yo una identificación que lo
resguarde de la división, razón por la cual no existe demanda de parte de quien
se inscribe en éstas lógicas, sino por parte de los familiares o las
instituciones a las que pertenecen, los cuales apuntan precisamente, a
restablecer “el comportamiento normal ante el alimento”. Frente a esta
condición, y a diferencia de lo anterior, la clínica psicoanalítica responde
abriendo un espacio para que quien tiene esta demanda, presente un síntoma, y
quien padece sin demanda, pueda llegar a construirla de forma subjetiva, sin
que esté colonizada por la voluntad del Otro.6
El establecimiento de la demanda incluye no sólo la
función de escucha desde la asociación libre; en ella se tiene en cuenta
también, la transferencia como elemento que se posibilita “la puesta en acto de
la realidad inconsciente”7 del sujeto, aquel que obedece al goce no sólo desde
el derecho que el discurso capitalista otorga actualmente, sino también como
parlêtre, término utilizado por Lacan para anudar el inconsciente
con el cuerpo,8 aquel que es construido y no dado
por natura, sino el que permite la delimitación de defensas, de un síntoma, y
que en el caso de la anorexia y la bulimia, permiten el rechazo del inconsciente
estructurado como un lenguaje y lleva al sujeto a no poder dialectizar su
padecer.
La actualidad de nuestra época se caracteriza,
precisamente, por la no dialectización del síntoma, proponiendo la
identificación a él como respuesta al imperativo ¡goza!, goce en relación con
el cual el cuerpo es tomado como puro funcionamiento, como organismo. En este
sentido, me arriesgaría a decir que esta es la razón por la cual proliferan
técnicas y tecnologías con finalidades terapéuticas para el mismo, olvidándose
de que el cuerpo no se configura sólo como organismo, porque, aunque ésta sea
una condición necesaria para su existencia, ella no es suficiente. El cuerpo, a
diferencia del organismo, se constituye a partir del lenguaje inscrito en una
cultura. Por eso, en la anorexia y en la bulimia no se está enfermo del cuerpo
sino de las palabras, aquellas que se quieren acallar, pero que no por eso
dejan de gritar en el cuerpo.
Para el psicoanálisis el sujeto se piensa en
términos estructurales, a saber, neurosis, psicosis y perversión; y no en
términos de patologías o síntomas; en este orden de ideas, la anorexia y la
bulimia no son estructuras sino mas bien fenómenos que por algunas
características, tienden a ocultar más que a revelar la estructura subjetiva. Así
pues, el síntoma no es una alteración de una función que hay que arreglar, sino
que se constituye en una indicación de la verdad reprimida del sujeto.
Ahora bien, el sujeto se constituye precisamente en
ésta relación al significante, es decir, el sujeto es efecto del lenguaje y de
la producción significante inscrito en una cultura o sociedad que determinan
ambas características,9 pero ésta condición se concreta de forma paralela,
cuando el individuo interpreta esos significantes y construye un significado propio
a partir de ello. Estos significantes son los que hacen que cada ser humano sea
diferente, fundan la existencia del inconsciente, y con él, la responsabilidad
en las elecciones.
Teniendo en cuenta las condiciones que caracterizan
la anorexia y la bulimia, encontramos que su desencadenamiento está dado con
frecuencia en la pubertad, a partir de una fuerte referencia a la imagen
corporal y la presentación de forma casi natural en las mujeres, lo cual podría
estar relacionado con la aparición de los caracteres sexuales secundarios. Sin
embargo, a partir de esta lógica, quedarían por fuera las mujeres y niñas que
no están pasando por un cambio orgánico producto de su desarrollo.
La respuesta que el sujeto da a estos cambios
corporales que se presentan en la adolescencia, son determinantes en la
constitución sexual. En este sentido Freud, en Introducción del
narcisismo,10 se refiere al desarrollo de los caracteres sexuales secundarios
dados en la pubertad, afirmando que sobreviene, en la mujer, un acrecentamiento
del narcisismo primario. Destaca que hay una relación entre el ser amada y la
investidura fálica de dichos caracteres.
El relieve de la imagen corporal es solidario de la
falta fálica, y dependiente del Otro. El investimento de los caracteres sexuales
secundarios, es el encuentro con el semblante anudado al deseo del Otro como
velo de la nada. El amor es pieza clave en la medida en la que suple la
ausencia de relación sexual.11
Esta nueva construcción corporal, que irrumpe en la
imagen que hasta el momento se tenía de sí, interroga al sujeto para dar una
respuesta a ese nuevo lugar de diferenciación sexual corporal, inédita hasta el
momento, y en donde también existen encuentros en que se delimitan claramente
esas diferencias. En este sentido, Freud dice que para la mujer el temor a la
pérdida de amor equivale a la castración, porque su falta hace desfallecer a
los semblantes que la velaban. Pero, precisamente, en donde no existe un saber
frente a éstos cambios, deviene la anorexia y la bulimia, como respuesta.
Siguiendo las definiciones y desarrollos que
respecto al tema de la anorexia y la bulimia ha realizado magistralmente
Massimo Recalcatti, podemos delimitar que la anorexia se define como una de las
formas de la puesta en acto de un goce sin freno en el que se pone en riesgo la
vida misma, debido a que se niega radicalmente toda satisfacción que se pueda
extraer del objeto, con el fin de obtener un signo de amor del Otro. Este Otro,
a juicio del autor, tiene la particularidad de confundir la necesidad nutricia
con el deseo. En el caso de la bulimia, la definición se hace a partir de que
la comida cumple una función compensatoria, ante la falta del signo de amor. Es
decir, ante la frustración de su demanda de amor, el sujeto llega, en la
bulimia, a la persecución continua e infinitamente voraz del objeto comida.12
Esta perspectiva no se funda en la concepción de un yo inscrito en el
desarrollo evolutivo, ni de un yo funcional frente a la sociedad o a la
nutrición, sino que responde a la introducción de un sujeto que, aparte de
tener necesidades de autoconservación -que tienen un objeto específico que las
satisface-, es también un sujeto de deseos y pulsiones que buscan satisfacerse
a toda costa y valiéndose de cualquier objeto para ello, tanto como la demanda
de amor que, como dice Freud, nunca lo abandonará.13
Siguiendo la definición de Massimo Recalcatti, la
función del objeto de amor varía en la anorexia y la bulimia, aunque en los dos
se encuentre un problema en relación con la ingesta de comida, que en la
anorexia se presenta en defecto y en la bulimia en exceso. Estas ambos casos,
está en el centro el amor como punto de anudamiento, a partir de la búsqueda
del objeto-alimento, elevado al rango de objeto sucedáneo del objeto
perdido, la Cosa del deseo, en donde nada basta para devolver al sujeto el goce
sustraído por la ley de la castración.14
Es por esto que las mujeres son mucho más propensas
a la anorexia que los hombres: por el valor del amor en su sexualidad. El amor
es condición para poder condescender al deseo; de no presentarse la condición
del amor, resta el deseo como puro deseo de muerte, y el goce voraz que retorna
en el ataque bulímico. Aquí cabe entonces citar a Umberto Eco: “He sido un
testarudo, he perseguido un simulacro de orden, cuando debía haber muy bien que
no existe orden en el universo. -Pero, sin embargo, imaginando órdenes falsos
habéis encontrado algo… -Gracias, Adso, has dicho algo muy bello. El orden que
imagina nuestra mente es como una red, o una escalera, que se construye para
llegar hasta algo. Pero después hay que arrojar la escalera, porque se descubre
que, aunque haya servido, carecía de sentido [...] Las únicas verdades que
sirven son instrumentos que luego hay que tirar”.15 Eco nos muestra, de manera
precisa, que todo afán de orden es simplemente un simulacro que nos permite
llegar a la comprensión de lo que sucede, pero que será el sujeto, siempre,
quien tome posición ante ello. Ahí el psicoanálisis ofrece una respuesta…
singular.
*Isabel Cristina Zapata C. Asociada a la Nueva Escuela Lacaniana
NEL-Medellín.
1
Gerlinghoff, Monica y Backmund, Herbert, Anorexia y bulimia. Entender y superar los trastornos
alimentarios. Barcelona: Editorial Grijalbo. 2004.
2 Gordis, León. Epidemiología. Madrid : Editorial Elsevier. 2005.
3 Gorali, Vera, Estudios de anorexia y bulimia. Buenos Aires: Editorial Atuel. 2000. Pág. 7.
2 Gordis, León. Epidemiología. Madrid : Editorial Elsevier. 2005.
3 Gorali, Vera, Estudios de anorexia y bulimia. Buenos Aires: Editorial Atuel. 2000. Pág. 7.
4 Miller, Jacques-Allain y Laurant, Eric, El Otro
que no existe y sus comités de ética. Buenos Aires: Editorial Paidós. 2005
5 Íbid. Pág. 295
6 Recalcatti, Massimo. La última Cena: anorexia y bulimia. Buenos Aires: Editorial del cifrado. 2004. Pág. 189
7 Lacan, Jacques. El Seminario, Libro 10, La angustia. Clase del 16 de enero de 1963. Buenos Aires: Editorial Paidós. 2006.
5 Íbid. Pág. 295
6 Recalcatti, Massimo. La última Cena: anorexia y bulimia. Buenos Aires: Editorial del cifrado. 2004. Pág. 189
7 Lacan, Jacques. El Seminario, Libro 10, La angustia. Clase del 16 de enero de 1963. Buenos Aires: Editorial Paidós. 2006.
8 Lacan, Jacques. El Seminario, Libro 23, El
sinthome. Clase del 9 de diciembre de 1975. Buenos Aires: Editorial Paidós.
2006.
9 Lacan, Jacques, La Ciencia y la verdad. En: Escritos 2. Santafé de Bogotá: Editorial Paidós. 1985. Pág. 839
9 Lacan, Jacques, La Ciencia y la verdad. En: Escritos 2. Santafé de Bogotá: Editorial Paidós. 1985. Pág. 839
10 Cfr.
Freud, Sigmund. Obras Completas. Tomo II. Madrid: Biblioteca Nueva – Cuarta Edición.
1981
11 Ons, Silvia, Anorexia y capitalismo. El hombre como estrago. En: Ornicar? digital nº 259
12 Recalcatti, Máximo, La última cena: anorexia y bulimia. Buenos Aires: Ediciones del Cifrado. 2004. Pág. 15
13 Cfr. Freud, Sigmund, El sepultamiento del complejo de Edipo. En: Obras Completas, Vol. 19. Buenos Aires: Amorrortu. 1980.
11 Ons, Silvia, Anorexia y capitalismo. El hombre como estrago. En: Ornicar? digital nº 259
12 Recalcatti, Máximo, La última cena: anorexia y bulimia. Buenos Aires: Ediciones del Cifrado. 2004. Pág. 15
13 Cfr. Freud, Sigmund, El sepultamiento del complejo de Edipo. En: Obras Completas, Vol. 19. Buenos Aires: Amorrortu. 1980.
14 Recalcatti, Máximo, Anorexia y bulimia. Entre
depresión y melancolía. En: Estudios de anorexia y bulimia. Compiladora: Vera
Gorali. Buenos Aires: Editorial Atuel. 2000. Pág. 140.
15 Eco, Humberto, El Nombre de la Rosa. Barcelona: Editorial Lumen. 1983
15 Eco, Humberto, El Nombre de la Rosa. Barcelona: Editorial Lumen. 1983