lunes, 25 de marzo de 2013

COMER O NO COMER… ¿ESA ES LA CUESTIÓN?


Ante problemáticas como los trastornos de la conducta alimentaria, las terapias psiquiátricas y psicológicas de corte cognitivo conductual plantean el imperativo del comer como condición terapéutica para preservar la vida de quien padece. A partir de ello se interviene según protocolos y técnicas delimitadas para cambiar los esquemas mal adaptativos tempranos1, los cuales, según esta orientación, hacen que estas conductas se presenten. A pesar de la herramienta práctica que pretenden ser los protocolos y técnicas a las que el terapeuta se acoge según la patología, se deja de lado la construcción subjetiva que estas configuraciones puedan tener, así como la responsabilidad de elección ante el padecimiento.
No se trata pues, de comer o no comer. Esa no es la cuestión. La cuestión está en las simbolizaciones que el sujeto hace frente a ese acto y sus consecuencias; y desde esta perspectiva, cabe preguntarnos cuál es entonces la pertinencia de estos fenómenos en el discurso psicoanalítico. Para ello, analizaremos tres puntos considerados determinantes en estos padeceres:
a. La anorexia y la bulimia como síntomas contemporáneos
b. Su aparición en la adolescencia y especialmente en las mujeres
c. El goce subjetivo
La disposición de los síntomas psíquicos está dada a partir del lazo social, que cambia sus configuraciones en el transcurso de la historia, razón por la cual se pueden analizar variaciones de los mismos en cada época. En la actualidad, la anorexia y la bulimia se inscriben como problemas epidemiológicos, es decir, que se presentan como un padecer colectivo dentro de la sociedad,2 y aunque su manifestación no es nueva, la emergencia actual cuenta con los ribetes de un malestar calculado por la globalización uniformante que marcó el paso del siglo XX al XXI.3
Sin embargo, ¿Cómo podríamos delimitar la época o la contemporaneidad dentro del discurso psicoanalítico? Pues bien, lo que delimita la actualidad en psicoanálisis son los modos de gozar, es decir, las formas de vivir la pulsión como una envoltura formal del síntoma. Esta expresión de Lacan, delimita lo que del goce se deposita en el Otro del lenguaje y del cuerpo, lo cual determina el lazo social y regula los modos de goce de quienes se inscriben en dicho discurso.
Desde esta perspectiva, podríamos delimitar nuestra época a partir de las precisiones hechas por Miller y Laurent en su curso “El Otro que no existe y sus comités de ética”, en el que caracterizan a la actualidad a partir de los semblantes dados por el movimiento constante y en continua aceleración “de una desmaterialización vertiginosa que corona de angustias la cuestión” 4 de lo subjetivo, no sólo borrando el deseo sino también la falta, con la proliferación de gadgets que prometen felicidad y bienestar.
Desde esta misma perspectiva también cabe considerar otros elementos de la actualidad, como “la época, en donde el objeto a sobresale respecto del ideal”,5 es decir, una época en done lo ideales y valores que guiaban la existencia humana ya no operan más, así encontramos, por ejemplo, que la anorexia de nuestros días, no obedece a un objetivo purificador o sacrificial inscrito en una religión como solía ocurrir antaño-, aunque podríamos hablar de una relación en cuanto al discurso histérico que se dirige al Amo-, sino más orientada, y casi arrastrada a unos semblantes que, construidos industrialmente, no dejan espacio para la diferencia subjetiva sino que convocan a un “para todos” tanto en la forma de presentarse ante el otro, como en su tratamiento.
La función que se presenta en la actualidad en la lógica de la anorexia y la bulimia, es ofrecer al yo una identificación que lo resguarde de la división, razón por la cual no existe demanda de parte de quien se inscribe en éstas lógicas, sino por parte de los familiares o las instituciones a las que pertenecen, los cuales apuntan precisamente, a restablecer “el comportamiento normal ante el alimento”. Frente a esta condición, y a diferencia de lo anterior, la clínica psicoanalítica responde abriendo un espacio para que quien tiene esta demanda, presente un síntoma, y quien padece sin demanda, pueda llegar a construirla de forma subjetiva, sin que esté colonizada por la voluntad del Otro.6
El establecimiento de la demanda incluye no sólo la función de escucha desde la asociación libre; en ella se tiene en cuenta también, la transferencia como elemento que se posibilita “la puesta en acto de la realidad inconsciente”7 del sujeto, aquel que obedece al goce no sólo desde el derecho que el discurso capitalista otorga actualmente, sino también como parlêtre, término utilizado por Lacan para anudar el inconsciente
con el cuerpo,8 aquel que es construido y no dado por natura, sino el que permite la delimitación de defensas, de un síntoma, y que en el caso de la anorexia y la bulimia, permiten el rechazo del inconsciente estructurado como un lenguaje y lleva al sujeto a no poder dialectizar su padecer.
La actualidad de nuestra época se caracteriza, precisamente, por la no dialectización del síntoma, proponiendo la identificación a él como respuesta al imperativo ¡goza!, goce en relación con el cual el cuerpo es tomado como puro funcionamiento, como organismo. En este sentido, me arriesgaría a decir que esta es la razón por la cual proliferan técnicas y tecnologías con finalidades terapéuticas para el mismo, olvidándose de que el cuerpo no se configura sólo como organismo, porque, aunque ésta sea una condición necesaria para su existencia, ella no es suficiente. El cuerpo, a diferencia del organismo, se constituye a partir del lenguaje inscrito en una cultura. Por eso, en la anorexia y en la bulimia no se está enfermo del cuerpo sino de las palabras, aquellas que se quieren acallar, pero que no por eso dejan de gritar en el cuerpo.
Para el psicoanálisis el sujeto se piensa en términos estructurales, a saber, neurosis, psicosis y perversión; y no en términos de patologías o síntomas; en este orden de ideas, la anorexia y la bulimia no son estructuras sino mas bien fenómenos que por algunas características, tienden a ocultar más que a revelar la estructura subjetiva. Así pues, el síntoma no es una alteración de una función que hay que arreglar, sino que se constituye en una indicación de la verdad reprimida del sujeto.
Ahora bien, el sujeto se constituye precisamente en ésta relación al significante, es decir, el sujeto es efecto del lenguaje y de la producción significante inscrito en una cultura o sociedad que determinan ambas características,9 pero ésta condición se concreta de forma paralela, cuando el individuo interpreta esos significantes y construye un significado propio a partir de ello. Estos significantes son los que hacen que cada ser humano sea diferente, fundan la existencia del inconsciente, y con él, la responsabilidad en las elecciones.
Teniendo en cuenta las condiciones que caracterizan la anorexia y la bulimia, encontramos que su desencadenamiento está dado con frecuencia en la pubertad, a partir de una fuerte referencia a la imagen corporal y la presentación de forma casi natural en las mujeres, lo cual podría estar relacionado con la aparición de los caracteres sexuales secundarios. Sin embargo, a partir de esta lógica, quedarían por fuera las mujeres y niñas que no están pasando por un cambio orgánico producto de su desarrollo.
La respuesta que el sujeto da a estos cambios corporales que se presentan en la adolescencia, son determinantes en la constitución sexual. En este sentido Freud, en Introducción del narcisismo,10 se refiere al desarrollo de los caracteres sexuales secundarios dados en la pubertad, afirmando que sobreviene, en la mujer, un acrecentamiento del narcisismo primario. Destaca que hay una relación entre el ser amada y la investidura fálica de dichos caracteres.
El relieve de la imagen corporal es solidario de la falta fálica, y dependiente del Otro. El investimento de los caracteres sexuales secundarios, es el encuentro con el semblante anudado al deseo del Otro como velo de la nada. El amor es pieza clave en la medida en la que suple la ausencia de relación sexual.11
Esta nueva construcción corporal, que irrumpe en la imagen que hasta el momento se tenía de sí, interroga al sujeto para dar una respuesta a ese nuevo lugar de diferenciación sexual corporal, inédita hasta el momento, y en donde también existen encuentros en que se delimitan claramente esas diferencias. En este sentido, Freud dice que para la mujer el temor a la pérdida de amor equivale a la castración, porque su falta hace desfallecer a los semblantes que la velaban. Pero, precisamente, en donde no existe un saber frente a éstos cambios, deviene la anorexia y la bulimia, como respuesta.
Siguiendo las definiciones y desarrollos que respecto al tema de la anorexia y la bulimia ha realizado magistralmente Massimo Recalcatti, podemos delimitar que la anorexia se define como una de las formas de la puesta en acto de un goce sin freno en el que se pone en riesgo la vida misma, debido a que se niega radicalmente toda satisfacción que se pueda extraer del objeto, con el fin de obtener un signo de amor del Otro. Este Otro, a juicio del autor, tiene la particularidad de confundir la necesidad nutricia con el deseo. En el caso de la bulimia, la definición se hace a partir de que la comida cumple una función compensatoria, ante la falta del signo de amor. Es decir, ante la frustración de su demanda de amor, el sujeto llega, en la bulimia, a la persecución continua e infinitamente voraz del objeto comida.12 Esta perspectiva no se funda en la concepción de un yo inscrito en el desarrollo evolutivo, ni de un yo funcional frente a la sociedad o a la nutrición, sino que responde a la introducción de un sujeto que, aparte de tener necesidades de autoconservación -que tienen un objeto específico que las satisface-, es también un sujeto de deseos y pulsiones que buscan satisfacerse a toda costa y valiéndose de cualquier objeto para ello, tanto como la demanda de amor que, como dice Freud, nunca lo abandonará.13
Siguiendo la definición de Massimo Recalcatti, la función del objeto de amor varía en la anorexia y la bulimia, aunque en los dos se encuentre un problema en relación con la ingesta de comida, que en la anorexia se presenta en defecto y en la bulimia en exceso. Estas ambos casos, está en el centro el amor como punto de anudamiento, a partir de la búsqueda del objeto-alimento, elevado al rango de objeto sucedáneo del objeto perdido, la Cosa del deseo, en donde nada basta para devolver al sujeto el goce sustraído por la ley de la castración.14
Es por esto que las mujeres son mucho más propensas a la anorexia que los hombres: por el valor del amor en su sexualidad. El amor es condición para poder condescender al deseo; de no presentarse la condición del amor, resta el deseo como puro deseo de muerte, y el goce voraz que retorna en el ataque bulímico. Aquí cabe entonces citar a Umberto Eco: “He sido un testarudo, he perseguido un simulacro de orden, cuando debía haber muy bien que no existe orden en el universo. -Pero, sin embargo, imaginando órdenes falsos habéis encontrado algo… -Gracias, Adso, has dicho algo muy bello. El orden que imagina nuestra mente es como una red, o una escalera, que se construye para llegar hasta algo. Pero después hay que arrojar la escalera, porque se descubre que, aunque haya servido, carecía de sentido [...] Las únicas verdades que sirven son instrumentos que luego hay que tirar”.15 Eco nos muestra, de manera precisa, que todo afán de orden es simplemente un simulacro que nos permite llegar a la comprensión de lo que sucede, pero que será el sujeto, siempre, quien tome posición ante ello. Ahí el psicoanálisis ofrece una respuesta… singular.
*Isabel Cristina Zapata C. Asociada a la Nueva Escuela Lacaniana NEL-Medellín.
1 Gerlinghoff, Monica y Backmund, Herbert, Anorexia y bulimia. Entender y superar los trastornos alimentarios. Barcelona: Editorial Grijalbo. 2004.
2 Gordis, León. Epidemiología. Madrid : Editorial Elsevier. 2005.
3 Gorali, Vera, Estudios de anorexia y bulimia. Buenos Aires: Editorial Atuel. 2000. Pág. 7.
4 Miller, Jacques-Allain y Laurant, Eric, El Otro que no existe y sus comités de ética. Buenos Aires: Editorial Paidós. 2005
5 Íbid. Pág. 295
6 Recalcatti, Massimo. La última Cena: anorexia y bulimia. Buenos Aires: Editorial del cifrado. 2004. Pág. 189
7 Lacan, Jacques. El Seminario, Libro 10, La angustia. Clase del 16 de enero de 1963. Buenos Aires: Editorial Paidós. 2006.
8 Lacan, Jacques. El Seminario, Libro 23, El sinthome. Clase del 9 de diciembre de 1975. Buenos Aires: Editorial Paidós. 2006.
9 Lacan, Jacques, La Ciencia y la verdad. En: Escritos 2. Santafé de Bogotá: Editorial Paidós. 1985. Pág. 839
10 Cfr. Freud, Sigmund. Obras Completas. Tomo II. Madrid: Biblioteca Nueva – Cuarta Edición. 1981
11 Ons, Silvia, Anorexia y capitalismo. El hombre como estrago. En: Ornicar? digital nº 259
12 Recalcatti, Máximo, La última cena: anorexia y bulimia. Buenos Aires: Ediciones del Cifrado. 2004. Pág. 15
13 Cfr. Freud, Sigmund, El sepultamiento del complejo de Edipo. En: Obras Completas, Vol. 19. Buenos Aires: Amorrortu. 1980.
14 Recalcatti, Máximo, Anorexia y bulimia. Entre depresión y melancolía. En: Estudios de anorexia y bulimia. Compiladora: Vera Gorali. Buenos Aires: Editorial Atuel. 2000. Pág. 140.
15 Eco, Humberto, El Nombre de la Rosa. Barcelona: Editorial Lumen. 1983

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